Pancarditis. Puede pasar inadvertida y ésta es la causa de que las lesiones endocárdicas se comprueben muchos años después de haber pasado el episodio inicial. El compromiso de las tres capas del corazón se hará ostensible de la siguiente forma: a) Endocarditis: es potencialmente la más grave. Pueden aparecer soplos por la dilatación del anillo mitral pero existe otro, mesodiastólico, de baja frecuencia y en forma de diamante, denominado de Carey Coombs que es característico de la afección. La valvulopatía se agrava con las secuelas cicatrizales que aparecen meses o años después, o bien luego de sucesivos brotes que conducen a la insuficiencia o a la estenosis, sobre todo de la válvula mitral. En orden de frecuencia decreciente se afectan las aórtica, tricúspide y pulmonar. b) Miocarditis: ofrece uno de los signos más precoces: la taquicardia. Además de la disminución de la intensidad del primer ruido cardíaco, posiblemente por el alargamiento del espacio PR, puede aparecer ritmo de galope.
En el electrocardiograma también se puede comprobar bloqueo AV de 2º grado. Si el cuadro se agrava puede conducir a la insuficiencia cardíaca congestiva. c) Pericarditis: se puede observar un derrame pericárdico moderado, con dolor precordial permanente que se exacerba con la tos, el movimiento o el estornudo. La patente electrocardiográfica es el desnivel positivo del segmento ST en las derivaciones precordiales.
Poliartritis.
Afecta las grandes articulaciones, es errática, sucesiva ("salta de una articulación a otra") y tiene una duración de una semana en cada una de ellas. Genera fiebre y no deja secuelas articulares. Cuando toma la rodilla o el pie deja impotencia funcional y obliga al decúbito. En raras ocasiones es poco intensa.
Corea. Llamada corea menor o de Sydenham. Aparece hasta meses después del episodio infeccioso (amigdalitis) y suele ser la única manifestación de la enfermedad. En general, expresa una forma benigna de la fiebre reumática.
Eritema marginado. Semiológicamente es un eritema circular con centro claro que tiende a crecer y confluir con otras lesiones similares y variar en su diámetro. También se lo llama circinado o anular. Solamente se lo observa en una quinta parte de los pacientes de corta edad y es fugaz.
Nódulos subcutáneos. Asientan sobre regiones fibrosas cercanas a la articulación, de consistencia dura, indoloros y de un promedio de 5 mm de diámetro, aunque varían de tamaño. Se los debe buscar en los tendones extensores de las manos y pies, rodillas y tendón de Aquiles.
Fiebre. Acompaña a cada brote articular por lo cual es policíclica, no muy elevada (38 o 38,5º), continua o remitente. Es un índice importante para descubrir nuevos brotes.
Artralgias. Es una forma atenuada de la presencia de la enfermedad que puede observarse en los pacientes de menor edad. Generalmente -por su levedad- dificulta el diagnóstico de fiebre reumática, sobre todo cuando debe efectuarse en forma retrospectiva frente al hallazgo de una valvulopatía.El tratamiento de la fiebre reumática tendrá, además de las medidas de tipo general (reposo en cama, alimentación liviana, proscripción de ejercicio físico), dos frentes: antiinfeccioso y antiinflamatorio. En el primero de ellos se utilizará penicilina, aun en ausencia de estreptococos beta hemolíticos en las fauces; en el segundo, aspirina y corticoides.
Enfermedad de origen inmunológico que depende de la infección orofaríngea por estreptococos beta hemolíticos del grupo A. Transcurridas dos o tres semanas de una amigdalitis o faringitis estreptocóccicas la afección reumática se hace presente, cuando generalmente los gérmenes ya han desaparecido. La masiva irrupción comercial de la penicilina en la década del 50 hizo descender los índices de esta enfermedad y, como es lógico, los de sus complicaciones cardiovasculares.
Solamente un pequeño porcentaje de los pacientes que sufren de amigdalitis (se calcula en un 3 %) padecerán fiebre reumática, lo cual habla a favor de un comportamiento especial del huésped, corroborado por el hecho de su prevalencia en ciertas familias.
La mayor incidencia de la enfermedad se encuentra en la década comprendida entre los cinco y los 15 años. Excepcional después de los 30 años, época en que -sin embargo- comienzan a hacerse ostensibles las alteraciones que la afección ha producido en el endocardio.
Jones ha dividido los criterios clínicos para el diagnóstico de la enfermedad en mayores y menores.