pr—tesis
Infecciones Articulares
La artritis infecciosa es una eventualidad grave, tanto por la secuela que lleva a una limitación funcional como por la mortalidad que ronda en un 10 %, sobre todo en enfermos de edad avanzada, con prótesis infectadas y polipatología. Los gérmenes pueden llegar a la articulación por diversas vías. Si bien la diseminación hematógena es la más común, no debemos desestimar la entrada a través de la piel por punciones para la infiltración local (efectuadas en malas condiciones de higiene), la cirugía, los traumatismos y la posibilidad de la cercanía de las articulaciones a focos sépticos (osteomielitis o infecciones dermatológicas o de las partes blandas, adyacentes). Son variados los gérmenes que pueden entrar a formar parte de la destrucción articular y la supuración pero, en los grandes grupos, se encuentran el gonococo, los cocos Gram positivos, que son responsables en las tres cuartas partes de los casos, como los Staphylococcus aureus (en los ancianos) y epidermidis (prótesis infectadas), y los bacilos Gram negativos como Escherichia coli y las Pseudomonas. La infección articular por Mycobacterium tuberculosis sólo ocurre en el 1 % de los casos y aparentemente amengua en la actualidad. Los hongos -por diseminación hematógena- pueden ocasionarla en enfermos inmunodeprimidos o con afecciones crónicas caquectizantes. Muchos otros agentes patógenos, tales como espiroquetas, borrelias, virus, enfermedad de Lyme, entre otros, pueden atacar las articulaciones. La articulación afectada se encuentra con aumento de la temperatura, enrojecida, dolorosa, edematosa y con limitación de su motilidad. Es casi siempre monoarticular (solamente en el 10 % de los casos toma dos o más articulaciones) y tiene apetencia por las de la rodilla, hombro, cadera y muñeca, aunque puede afectar a cualquier otra. El síndrome febril, con temperatura elevada, es lo habitual. Las características clínicas de la infección articular guarda estrecha relación con las modalidades del germen que la provoca: en la gonocóccica, por ejemplo, forma parte de una sepsis generalizada con artritis, dermatitis, miopericarditis, meningitis y tendosinovitis; en la tuberculosa la evolución es lenta, la fiebre moderada, toma la cadera o la rodilla y generalmente se encuentra el antecedente remoto de una tuberculosis pulmonar.
El diagnóstico clínico y etiológico se efectúa con el líquido sinovial (obtenido por artrocentesis) y su cultivo positivo. La negatividad del cultivo, hecho por demás frecuente en las artritis gonocóccicas, obligan a nuevas punciones, a la biopsia sinovial, a la punción del disco intervertebral (en el caso de afección de esa estructura) bajo control con tomografía computada y al diagnóstico por imágenes. Además de la radiología se emplea con éxito la resonancia magnética y la gammagrafía ósea combinada con radioisótopos de tecnecio o galio.
Es más apreciado este último que tiene afinidad por los tejidos tumorales y los focos inflamatorios, además es de utilidad en los niños porque no se fija en los cartílagos de crecimiento. En su tratamiento se emplean: el drenaje de la articulación, los antibióticos y la inmovilización (un mes a 40 días en las bacterianas y tres meses en las tuberculosas).
rodilla *
completa
Line
codo - secci—n sagital
mano
hombro
ARTICULACIONES FRECUENTEMENTE AFECTADAS
staphylococcus aureus
Staphylococcus aureus
Hombro
Muñeca
Prótesis infectada
Codo
Puede producirla cualquier microorganismo pero el más frecuentemente implicado es el Staphylococcus aureus. En la primera fase de la patogénesis está afectada la sinovial y hay una reacción exudativa con acción de las enzimas proteolíticas y participación de leucocitos neutrófilos, macrófagos, etc., que aumentan la cantidad de líquido articular llegando a la destrucción del cartílago y la consecuente lesión ósea. Véase la sinovial engrosada y el aumento del líquido articular a raíz de la presencia bacteriana en el área.